Madrugada sin sueño del serero,
pero con el cansancio de este siglo,
ciudad acurrucada en madrigueras
de dormidos portales sin Cristo.
¿Será posible que me sorprenda el día
sin lograr un intento?
Ya voy perdiendo todo,
lo que no quiero y quiero:
La soledad, el ladrido lejano,
el miedo, el asombro de un paso,
la sonrisa, el silencio...
Ya está al raya el alba,
lo intuye esta locura de sereno
que se queda contando los minutos
por ver si alguien despierta:
Ya está al romper el día,
¿Para qué quiero el sueño?
A veces como cristianos hacemos "navegación de cabotaje" sin alejarnos de la orilla, Rodolfo Loyola es de aquellos que me recuerda que estamos llamados a "remar mar adentro".
Que estamos hechos para navegar en el mar insondable de su amor.
Y como él dice que "en su mar adentro ni una gaviota cae sin que Él lo sepa"...
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