24.1.09

Cristianos guerreros

¿Acaso los cristianos no despreciamos la guerra y la violencia, aun cuando los atacados seamos nosotros, nuestras familias, nuestros hijos?
Os voy a contar una historia que me ha avergonzado profundamente.

A finales del siglo segundo era emperador de Roma Septimio Severo. Los cristianos se habían expandido por todo el mundo como un fuego. La misma ciudad de Roma estaba llena de ellos. Severo seguía persiguiendo a los cristianos, todavía quedaba más de un siglo para que llegará el Emperador Constantino, y firmara el "Edicto de Milán", por la cual el "cristianismo" se hizo "religión oficial".

Quinto Septimio Florente Tertuliano, un hermano nuestro, le escribe una larga carta al Senado de Roma en defensa de los cristianos. La carta es increible, pero os dejo para vuestra lectura un capitulo de la misma:
CAPITULO XXXVII. ---- QUE LOS CRISTIANOS NO DAÑAN Á NINGUNO, AUNQUE PUEDAN TOMAR VENGANZA.

Los que deben amar los enemigos, como dije, ¿á quién pueden aborrecer? Los que no se pueden desagraviar (que sería igualarse con la venganza la injuria) ¿á quién pueden ofender?

De esta benignidad tan desusada en la naturaleza, á vosotros que como jueces ejecutáis nuestras vejaciones os alego por testigos. ¿Cuántas veces sois con nosotros crueles, parte por recreo de vuestra inclinación feroz, parte con pretexto de cumplimiento de las leyes? ¿Cuántas veces el vulgo alborotado, sin orden vuestra nos ha invadido por su motivo con piedras y con fuego? ¿Cuántas en las fiestas ó furias bacanales nos acometió el vulgo con tanta ferocidad, que no perdonando ni á los cristianos muertos impíamente los ultrajan, y estando ya cadáveres arraigados en la tierra, deshechos con la putrefacción los arrancan, los despedazan, los arrastran, sacándolos del descanso de la sepultura, del asilo de la' muerte? Con tan inhumanos tratamientos, decid si se descompuso jamás en algún cristiano la paciencia. Decid si conspiró á la venganza alguno. Decid si condenasteis á nadie de estos animados á morir por venganzas intentadas del agravio. Y no se piense que el no desagraviarnos es por falta de armas ó valor; que si nos faltaran fuerzas, no faltaran unas rajuelas de tea para tomar larga venganza en una noche, abrasando la ciudad, cuando fuera lícito al cristiano pagar un agravio con otro. Pero vaya lejos de nosotros tal error, que la religión divina se vengue con fuego humano, y que el cristiano resista al tormento que lo prueba.

Si quisiéramos vengarnos, no como ocultos, sino declarados enemigos, ¿faltaríannos por ventura fuerzas de numerosos soldados y de ejércitos? ¿Son más los mauros, los marcomanos, los parthos que rebeló Severo, que los cristianos de todo el mundo? Estos bárbaros numerosos son, pero están encerrados en los límites de un reino; los cristianos habitan provincias sin fronteras. Ayer nacimos, y hoy llenamos el imperio, las ciudades, las islas, los castillos, las villas, las aldeas, los reales, las tribus, las decurias, el palacio, el Senado, el consistorio. Solamente dejamos vacíos los templos para vosotros. ¿Pues para qué lance de batalla no serían idóneos soldados los cristianos, aun con desiguales ejércitos, estando tan ejercitados en los combates de los tormentos en que se dejan despedazar gustosamente, si en la disciplina de la milicia cristiana no fuera más lícito perder la vida que quitarla? También podíamos sin armas pelear contra vosotros con sola la envidia del divorcio, porque si tan lucida muchedumbre de cristianos, alejados de vuestra compañía se resolviesen á vivir juntos en algún seno del mundo, quedaría el imperio avergonzado con la pérdida de tan ilustres ciudadanos y castigado con el desamparo de los buenos. ¿Qué ciudad no quedaría apesaradamente envidiosa de la colonia cristiana, compuesta del mayor lucimiento de la naturaleza y del mayor lustre de la gracia? Y si todos los cristianos desamparasen sus casas, sin duda que en tanta soledad, en tanto silencio de las cosas, en una ciudad desierta y como muerta, no habiendo en ella vivos, os hallaríais enajenados con el pavor y encantados con el pasmo, no teniendo en ella á quien mandar. Más enemigos quedarían que ciudadanos, aunque ahora tenéis más ciudadanos que enemigos; que siendo los más ciudadanos cristianos, los más ciudadanos son amigos.

Pero vosotros los llamáis enemigos, no del humano error, sino del linaje humano. Pues si nosotros os desamparásemos, ¿quién os defendería de aquellos ocultos enemigos, que hasta los últimos cimientos os destruyen el entendimiento y la salud? De aquellas correrías, digo, que hacen los demonios en vuestras almas y cuerpos, á los cuales hacemos frente nosotros, ó defendiéndoles la entrada, ó sacándolos rendidos sin recibir pagas de sueldo ni merced. Para venganza nuestra esto solo bastaría, dejar en vosotros á los espíritus inmundos pacífica la posesión. Y aunque no pedimos ayuda de costa por la defensa, y aunque este linaje de gente es más beneficioso á la república que molesto, os determinasteis á declararlo por público enemigo, y lo es llanamente del error, no de la naturaleza.
Aquí podeis leer este capitulo en esta magnífica pagina (donde además hay enlaces hipertextuales a notas, para entender muchas de las cosas en su contexto), aquí esta la carta completa. Pero os animo especialmente a leer el capitulo final: "De la victoria de los cristianos".

Hermanos, se me ha hecho un nudo el corazón y la garganta, se me han saltado las lagrimas, lleno de vergüenza. Le pido al Señor que nos haga también "cristianos guerreros"... como ellos.

2 comentarios:

  1. Hacía tiempo que no te hacía un comentario, pero aquí me resuelvo a hacerlo, y creo que con el mismo sentimiento que te invade a ti.

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  2. Anónimo12:44 p. m.

    El problema es que cuando intentas gritar muchos te cayan o intentan cayarte.
    Pasa cobre todo en literatura, cine, etc.
    Con libros como "Judas Madrid la conspiración de las sombras" (Casi imposible de encontrar) y películas como Bella ( que no se exiben en muchas salas).
    Podrías hablar de alguna de estas dos obras, tú no parece que te calles por nada.

    Felicidades por el blog

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